Parece que la procrastinación está de moda. No, por supuesto que no me refiero al hecho en sí, sino al término. El «Vuelva usted mañana» lo inventaron los burócratas españoles tiempo ha.
Supe de la existencia de este término hará cosa de tres años en un artículo de un blog pseudo- científico (esos de divulgación facilitos de leer que te infunden una sensación de falsa erudición insoportable) de cuyo nombre no puedo acordarme. Me hizo gracia y la he tenido muy presente en mi cabeza (¿por qué será?).
Hoy en día, miles de artículos, documentales y charlatanes sacan a relucir los secretos más ocultos del Síndrome de la Procrastinación, al que a alguna gente de mi entorno le gusta denominar «Procristinar» (de nuevo, ¿por qué será?). Para los que no estéis al tanto de este fenómeno psicológico, os dejo un fragmento del archiconocido Redes que os lo explicará mejor que yo:
http://www.youtube.com/watch?v=sQT7JH0GygE
Pero no es solo la desidia lo que me aparta del blog, no os penséis que mi única meta en la vida es hacer una palabra de 100 puntos en el Apalabrados. Por increíble que parezca, han llamado a mi puerta algunas juradas, que es lo que suele ocurrir un par de veces cada tres meses, cálculos exactos. Si es que ya tendría que estar en preaviso, en la facultad no repetían otra cosa: «El trabajo del traductor autónomo no es constante. Habrá meses en que no podrás dormir para cumplir con tus plazos y otros en que tendrás que aprender a ganchillar para que no se te venga el mundo encima». Ni tanto ni tan calvo. Estoy empezando y la verdad es que de momento mi volumen de trabajo no es tan grande como para que las traducciones que me llegan religiosamente cada tres meses me quiten de mis necesidades básicas. Pero bueno, a pesar de que para ser yo estoy teniendo la paciencia de un santo, he de reconocer que muchos días, como el de hoy, me veo en un callejón sin salida. Mis movimientos no apuntan hacia ningún lado, parece que los planes se me desbaratan antes de planteármelos y el futuro no es muy halagüeño que digamos. Y aquí surgen los quebraderos de cabeza: ¿He elegido bien lo que quiero hacer? ¿Estoy haciendo lo posible por conseguir algo? ¿Realmente valgo para esto? ¿Conseguiré trabajo algún día? ¿A qué huelen las nubes?
Cuando llego a este punto de no retorno es cuando empiezo a ponerme plazos del tipo «Si en tres meses no tengo trabajo me voy a Estocolmo», «Si la semana que viene no me llaman, me voy a Nueva Zelanda a buscar trabajo «ao chou». Millones de planes disparatados incoherentes que jamás me tomo en serio…
Todo apunta a un claro ataque de pánico del parado. Si es que ya nos lo habían dicho: «Los primeros pasos de un traductor son muy complicados». ¿De verdad? No sé, he visto muchos casos en que las cosas llegan por casualidad y la casualidad no se busca, te encuentra.
No tengo muy claro a qué venía toda esta parrafada, supongo que el blog es también una vía de escape y de encontrar a gente que está/estuvo en mi piel que pueda sentirse identificada.
Si hay alguien ahí, me gustaría saber cómo te está resultando este proceso, qué haces para mitigar esta desazón y lo más importante: ¿Nos montamos una agencia de traducción?